Preguntas Frecuentes
En este apartado se pretende crear un espacio para poder compartir artículos científicos, noticias relevantes en Psicología Clínica, cuestiones relacionadas con la salud física y mental, etc. Y todo aquello que permita acercarle a la compresión de la disciplina científica a la que nos referimos: La Psicología Clínica.
PREGUNTAS FRECUENTES CUANDO UNA PERSONA DECIDE ACUDIR AL PSICÓLOGO CLÍNICO
1. "Debería ser capaz de salir adelante por mi mismo, ¿ir a terapia significa que soy débil?"
Más bien al contrario. Acudir a terapia significa que se reconoce la necesidad de pedir ayuda y esto es un gesto valiente, pues no todo el mundo está dispuesto a reconocerlo. Muchas personas tardan en acudir al psicólogo porque sentían que tenían miedo de reconocer sus problemas ante otra persona. Además del sufrimiento que esto produce, la demora en pedir ayuda suele hacer que los problemas psicológicos se hagan más graves y el riesgo de cronicidad aumenta.
2. ¿Es normal que pueda necesitar hablar con un psicólogo?
Ser escuchados es una necesidad básica de todo ser humano. Por eso es tan importante para la mayoría de nosotros ir desarrollando relaciones personales y de confianza con otros seres desde los primeros días de nuestra vida. Así, la relación con la madre y el padre es fundamental en los primeros años de la vida del bebé y posteriormente va dando paso a otras relaciones significativas que resultan determinantes de un desarrollo psicológico sano, como son los amigos en la adolescencia y la pareja en la edad adulta.
Sin embargo, en determinadas circunstancias de la vida se hace necesario el consejo de profesionales ajenos a la vida cotidiana de la persona que sufre. Así, es habitual que las personas consulten con profesionales de confianza, aunque a veces no sean psicólogos (p.e., médico de familia, profesores, sacerdotes, etc.).
La ventaja de solicitar consejo a un psicólogo profesional, con una formación amplia y rigurosa, se hace evidente cuando la persona se enfrenta a decisiones que no resultan fáciles de tomar y cuando la persona sufre por cosas que ni él mismo ni otras personas parecen entender.
3. “Normalmente, ¿cuánto duran las sesiones y cuánto dura la terapia?”
La duración de la terapia depende de lo complejo que sea el caso y de la disposición del paciente a dedicar energías a mejorar. Una terapia individual para problemas de ansiedad, por ejemplo, dura entre 8 y 15 sesiones; para depresiones, la duración puede ser algo mayor, acercándose a las 14 a 18 sesiones. Pero repetimos, la duración depende mucho de cada paciente y de la problemática por la que consulta. La duración de cada sesión es de unos 75-90 minutos, aproximadamente.
4. “¿Qué tengo qué decir? No sé por dónde empezar... no tengo claro lo que me pasa”.
Aunque creas que no vas a saber empezar, que no sabrás qué contar, no debes preocuparte. Los años de experiencia nos han enseñado que esa sensación se debe más a la ansiedad que te provoca al pensar que vamos a hablar de nuestras cosas y de las emociones que nos preocupan. Vuelvo a repetirte que es normal y nosotros lo sabemos. Te ayudaremos de forma sencilla a que nos cuentes qué es lo que te preocupa y comenzarás a sentirte un poco mejor.
5. “¿Es necesario que me acompañe alguien?”
Que te acompañe alguien o no depende de que eso te ayude a ti, que lo prefieras tú. Si crees necesario que otros hablen de lo que te sucede desde una perspectiva diferente, puede ser útil que te acompañen. En cualquier caso, si el profesional que te va a atender entiende que puede ser útil hablar con alguien de tu entorno, te lo comentará y tú decidirás si le pides que te acompañe en la próxima sesión.
6. “¿Está garantizado el secreto de lo que diga en la consulta?”
Por supuesto. La ley nos obliga a guardar secreto de todo lo que nos cuentan los pacientes. Además, en nuestra clínica esto es una obligación moral que sentimos por nuestras propias convicciones personales.
7. “No sé si lo mío es de psicólogo o de psiquiatra”.
Si no tienes claro si en este momento de tu vida necesitas medicación que pueda ayudarte a sentirse mejor, a bajar tu ansiedad o a facilitarte el sueño, por ejemplo, no debes preocuparte. Nosotros en la entrevista inicial te aclararemos la necesidad o no de tomar fármacos. A veces es necesario tomar medicación, pero en otros casos la medicación puede empeorar tu situación. Si consideramos útil que tomes fármacos te podemos dar referencias de psiquiatras de nuestra confianza.
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA SOBRE TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARA PROFESIONALES DE LA SALUD
A continuación queremos compartir una bibliografía de referencia para profesionales y personas interesadas en avanzar en el conocimiento de los trastornos de la conducta alimentaria. Esperamos sea de su interés.
Bruch, H. (2001). La jaula dorada: el enigma de la anorexia nerviosa. Paidós.
Chinchilla Moreno, A.; Barjau Romeo, J. (2003). Trastornos de la conducta alimentaria: Anorexia y bulimia nerviosa, obesidad y atracones. Elsevier.
Fairburn, C. (1998). La superación de los atracones de comida. Paidós.
Fernández, F. y Turón, V. (1998).Trastornos de la Alimentación: Guía básica de tratamiento en Anorexia y Bulimia. Masson.
Garcia-Camba, E. (2001). Avances en trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, obesidad. Masson.
Guidano, V.; G. Liotti, G. (2007). Procesos cognitivos y desórdenes emocionales.Cuatrovientos.
Guidano, V. (1992). El si mismo en proceso. Paidós.
Kirszman, D.; Salguiero, M. (2002). El enemigo en el espejo. Tea.
Minuchin, S., Rosman, B y Baker, l. (1989). Familias psicosomáticas: anorexia nerviosa en contexto. Gedisa.
Morandé, G. (1995). Un peligro llamado Anorexia: La tentación de adelgazar. Ed. Temas de hoy.
Nardone, G. (2004). Más allá de la anorexia y la bulimia. Paidós.
Onnis, L. (1990). Terapia familiar de los trastornos psicosomáticos. Paidós.
Pittman, F. (1991). Momentos decisivos. Tratamiento de familias en situaciones de crisis. Paidós.
Rausch Herscovici, C.; Bay, L. (1991). Anorexia nerviosa y bulimia. Amenazas a la autonomía.Paidós.
Recalcati, M. (2003). Clínica del vacío: anorexias, dependencias, psicosis. Síntesis.
Revista de psicoterapia (1997). Anorexia. Nº 30/31. Grao.
Revista de psicoterapia (2004). Trastornos Alimentarios. Nº 58/59. Grao.
Rojo Moreno, L.; Cava, G. (2001). Anorexia nerviosa. Ariel.
Selvini Palazzoli, M.; Boscolo, L.; Cecchin, G.; Prata G.; (1988). Paradoja y contraparadoja. Un nuevo modelo en la terapia de la familia de transacción esquizofrénica.Paidós.
Selvini Palazzoli, M.; Cirillo, S.; Selvini, M.; Sorrentino A. (1991). Los juegos psicóticos en la familia. Paidós.
Selvini Palazzoli, M.; Cirillo, S (2002). Muchachas anoréxicas y bulímicas: la terapia familiar. Paidós.
Stierlin, H.; Weber, G. (1990) Abriendo la puerta de la familia: ¿Que hay detrás de la puerta de la familia?: llaves sistémicas para la apertura, comprensión y tratamiento clínica de la anorexia nerviosa. Gedisa.
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Turón, V.; Benitez, M. (2000). Anorexia y bulimia nerviosas: atención y prevención interdisciplinar. Consulting Dovall.
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Verbitz, T.; Milanese, R.; Nardone, G. (2002) Las prisiones de la comida: vomiting, anorexia, bulimia. Herder.
BIBLIOGRAFÍA SOBRE TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA PARA FAMILIAS Y EDUCADORES
Calvo, R. (2002). Anorexia y bulimia: guía para padres, educadores y terapeutas.Planeta.
Consell audiovisual de Catalunya. (2007). Recomanacions sobre el tractament de l’anorèxia i la bulímia nervioses als mitjans de comunicació audiovisual.
Fundació “la Caixa”. (2008). Alimentació, consum i salut. Col•lecció estudis, núm. 24.
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Generalitat de Catalunya, Secretaria de Joventut del Departament d’Acció social i Ciutadania. (2007). Els trastorns alimentaris a Catalunya. Una aproximació antropològica. Col•leció estudis, núm. 23.
Institut Municipal de Salut pública, Ajuntament de Barcelona; Associació CEPS. (2002). Canvis a l’adolescència, nutrició, valoració personal, imatge i salut.
Ministerio de Sanidad y Consumo. Ministerio de Educación y Cultura. Ministerio de Interior. Nutrición saludable y prevención de los trastornos alimentarios.
Rubio Velázquez, B.; Sebastián Vicente, P. (ADANER, 1999). Trastornos del comportamiento alimentario. Orientaciones para Atención primaria.
ALIMENTE BIEN SU CEREBRO
Decía Virginia Woolf que "uno no podía pensar bien, amar bien, dormir bien, si no había cenado bien". El cerebro es una intrincada maraña de neuronas o células nerviosas y cables eléctricos interconectados mediante unas sustancias químicas muy simples, cuya misión es transmitir mensajes de una célula nerviosa a otra. El cerebro representa sólo el 2% de nuestro peso: sin embargo, necesita alrededor del 20% de la energía que ingerimos. Si nosotros “somos lo que comemos”, entonces nuestro cerebro también dependerá de lo que comamos. Podemos mejorar la salud y las funciones del cerebro a través de la alimentación.
La principal energía que necesita el cerebro para funcionar es la glucosa que proviene de comer alimentos ricos en carbohidratos, como cereales, legumbres, frutas y vegetales, así como productos lácteos. Pero, además, necesita otros nutrientes esenciales: vitaminas, minerales, ácidos grasos, proteínas… Un exceso o un defecto del nutriente necesario puede afectar al sistema nervioso. Una alimentación desequilibrada puede producir carencias específicas de algunos de los nutrientes, que se manifiestan mediante síntomas o sensaciones como apatía, desgana, irritabilidad, nerviosismo, cansancio, falta de atención, fallos de memoria, de concentración e incluso depresión. Sabemos que la nutrición es importante, pero aún lo es más para la función cerebral. Nuestro cerebro, como cualquier parte de nuestro cuerpo, necesita alimentarse. En función de los nutrientes que reciba, su actividad será diferente. Es decir, la composición de cada comida tiene un efecto directo en la producción de las señales químicas del cerebro. Estas sustancias, responsables de la transmisión de información a lo largo del sistema nervioso, son los llamados neurotransmisores, y pueden modularse en parte por nuestra alimentación. Por medio de ella podríamos influir sobre nuestro humor y comportamiento, ayudar a aliviar la depresión, la ansiedad, la neurosis y los trastornos del sueño. Cada uno de los neurotransmisores existentes —existen unos 50 diferentes— tiene una misión específica. Para formarlos, se requieren determinados nutrientes que proporcionan los diferentes alimentos. Por ejemplo, los lácteos (quesos, leche), huevos, pescados, carnes, legumbres, frutos secos y frutas (plátano, piña, aguacate) aportan una sustancia denominada triptófano, imprescindible para sintetizar un neurotransmisor denominado serotonina, que está relacionada con las emociones, la depresión, el control de la temperatura, del hambre y del sueño. Así, un déficit de serotonina implica un fallo en los circuitos que requieren esta sustancia. Al comer correctamente, mejorará nuestro estado de ánimo, pensaremos más rápido, tendremos más memoria, nos podremos concentrar mejor. Éstos son sólo unos pequeños ejemplos de lo que los alimentos pueden hacer por nuestro cerebro. Cuando pensemos en alimentación, no debemos pensar sólo en diabetes, enfermedades cardiovasculares, obesidad, etc.., sino también en el órgano más importante, el cerebro.
¿Cómo llevar a cabo una alimentación inteligente?
Hay que intentar comer más alimentos ricos en carbohidratos con un poco de proteína por la noche; ayudarán a relajarse y a dormir mejor. Deben consumirse ácidos grasos esenciales, ya sea en forma de pescado azul o de suplementos dietéticos. Es deseable incluir alimentos ricos en proteínas en la dieta. Las proteínas son esenciales para fabricar los neurotransmisores que son vitales para los procesos cerebrales. Se debe intentar que la comida del mediodía sea más rica en proteínas, para optimizar la mente y mantenerse más despierto por la tarde. Hay que comer alimentos ricos en vitaminas y minerales; poseen la llave para que muchas reacciones puedan llevarse a cabo. Beber 1,5 ó 2 litros de agua al día ayuda a mantener el cerebro bien hidratado. Para oxigenar el cerebro, son convenientes el ejercicio y las comidas ligeras y frecuentes.
¿Alguna pregunta?
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